Hoy llueve. Amaneció con agua en Santoña y paró subiendo el Brusco, que se agradece. Aún así, ir pisando esas piedras mojadas en un terreno tan complicado, lo complica un poco más.
El Camino se estrecha cuando llegan pendientes |
La recompensa al bajar a la playa de Noja, el mar en retirada deja un inmenso arenal liso, con algunas charcas que reflejan el cielo.
Asoma algún paseante y un peregrino alemán que me hace una foto. Disfrute.
En Noja me entero que no es temporada de nécora, mecachis. Me voy al otro extremo, terminaré con un bocata en una acera y al llegar al albergue, un puré de no sé qué.
En Güemes, al albergue de la Cabaña del abuelo Peuto. Todos hermanos, pero yo entro en modo monasterio y no encuentro motivo para hablar con nadie. En la comida unos charlan de trabajos, informática, teleco... Se me revuelven las tripas.
La tarde se presenta larga. Lloviendo y en silencio. Me corto a la hora de pedir que posen para un retrato.
A eso de las 19h. toca charla, donde el cura Enrique (o Ernesto) suelta una arenga para que los peregrinos aflojen el bolsillo. No sé si ha resultado muy creíble, daba un poco de pena, aunque en el fondo lleva razón: no se puede mantener el albergue sin subvención y solo cubriendo gastos.
Me doy cuenta que posiblemente soy el que más tiempo lleva de peregrino, y el Camino ha cambiado mucho en estos 18 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario